martes, 7 de diciembre de 2010

De los controladores

El guapete portavoz del sindicato de los enfermos sanados milagrosamente por el Lourdes del estado de alarma ha declarado que “Muchos estaban dispuestos a ir a la cárcel. Ha sido muy difícil convencerles”.
Por lo visto el señor César Cabo no se ha enterado todavía que a la mayoría de los españoles les importaba tres pimientos, es más muchos aplaudirían la decisión de mandar a unos pocos a la cárcel.
Pocas veces he visto en este país que los ciudadanos estén tan de acuerdo en que había que hacer algo, y algo fuerte, con un grupo de personas que todos consideran privilegiados.
Nunca en mi vida había visto unos comentarios tan duros con unas personas, como nunca había visto que una decisión del Gobierno fuese tan aplaudida por los ciudadanos. Y no quería terminar este comentario sin dedicar unas líneas a los fachillas de turno que ahora, mire usted que cosas, se escandalizan de que el Gobierno haya decretado el estado de alarma, una medida militar y eso que como dice la canción “a mí la música militar nunca me supo levantar”, pero que está dentro de la Constitución y se debe tomar cuando el chantaje de un grupo hace peligrar la convivencia, la libertad de muchos miles de ciudadanos.
Ah, y soy partidario que desde la fiscalía o desde la institución que corresponda se miren con lupa los certificados médicos que presentaron los controladores, no sea que también caiga por el camino algún médico inconsciente, porque no quiero ni pensar que los hubiesen falsificado, porque a lo mejor la alarma habría que darla ante una epidemia.
Después de pasados unos días del estado de "enfermedad repentina" de los controladores aéreos y ver la se ha liado, yo me pregunto si los controladores no se creyeron en su momento que estaban protegidos por la mano de dios y que nadie se atrevería a hacer nada contra ellos, con lo que podían presionar de la forma que quisieran, y ahora se dan cuenta de hasta donde han llegado y que les puede costar caro sus acciones.
Esto lo pienso después de escuchar ayer a un familiar de uno de los controladores en la televisión intentando buscar una justificación, de lo que a todas luces resulta injustificable.

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