Al escribir el título de este relato me
parecía estar viendo a ese niño de cuatro o cinco años jugando con esa caña que
se moja en el vaso de agua jabonosa para luego intentar hacer la pelota de jabón
más grande del mundo, y va soplando poquito a poquito, sin apenas moverse, pero
orgulloso de estar consiguiéndolo, hasta que las leyes físicas hacen estragos y
terminan por convertir en apenas unas gotas de agua lo que pretendía ser una
gran obra infantil.
No hay comentarios:
Publicar un comentario