De la misma forma sucedió hace unos años con
nuestro país, con multitud de niños caprichosos que con una simple caña y unos
chorros de agua jabonosa pretendieron convertirse en los reyes del mambo
inmobiliario, los reyes de la especulación pura y dura, consentida por algunos,
muchos, reyezuelos de taifas locales que veían como en sus reinos entraba el
dinero a espuertas, sin importarles convertir playas, montes, bosques, jardines
o zonas comunes en edificios que vendían normalmente a los mismos que pagaban
tres mil euros al mes, echando horas, horas y horas, creyendo que esa situación
se sostendría eternamente.
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